Buscar este blog

Participaciones

Aquí el famoso texto con el que gané TEC 2007. Es curioso, la idea de la fantasma real se me ocurrió desde el primer momento, porque era una época en la que tenía mucho miedo a la oscuridad y encendía todas las luces en casa.
Pero no pude escribir hasta que llegó el primer día en que me sentí triste.
He llegado a la conclusión de que a veces sólo escribo cuando estoy así. Por lo que en los días felices me suelo decir "¡hoy estoy tan feliz, que no sería capaz de escribir nada!"

Por eso admiro a las personas que son capaces de hacer grandes cosas cuando están serenos, y felices.
Pero muchos grandes, y por otro lado: yo, necesitamos de esas sensaciones difíciles. No puedo evitar pensar en Jack London, creo que hoy no tendríamos Colmillo Blanco si las cosas hubiesen sido diferentes.

TEXTO PARA EL CONCURSO
LA FANTASMA
(Extracto de Platero y yo de Juan Ramón Jiménez)
“Con la amable autorización de los Herederos de Juan Ramón Jiménez”
Ediciones Cátedra, S. A., 1998
La mayor diversión de Anilla la Manteca, cuya fogosa y fresca juventud fue manadero sin fin de alegrones, era vestirse de fantasma. Se envolvía toda en una sábana, añadía harina al azucenón de su rostro, se ponía dientes de ajo en los dientes, y cuando, ya después de cenar, soñábamos, medio dormidos, en la salita, aparecía ella de improviso por la escalera de mármol, con un farol encendido, andando lenta, imponente y muda. Era, vestida ella de aquel modo, como si su desnudez se hubiese hecho túnica. Sí. Daba espanto la visión sepulcral que traía de los altos oscuros, pero, al mismo tiempo, fascinaba su blancura sola, con no sé qué plenitud sensual...
Nunca olvidaré, Platero, aquella noche de septiembre. La tormenta palpitaba sobre el pueblo hacía una hora, como un corazón malo, descargando agua y piedra entre la desesperadora insistencia del relámpago y del trueno. Rebosaba ya el aljibe e inundaba el patio. Los últimos acompañamientos —el coche de las nueve, las ánimas, el cartero— habían ya pasado... Fui, tembloroso, a beber al comedor, y en la verde blancura de un relámpago, vi el eucalipto de las Velarde —el árbol del cuco, como le decíamos, que cayó aquella noche—, doblado todo sobre el tejado de alpende...
De pronto, un espantoso ruido seco, como la sombra de un grito de luz que nos dejó ciegos, conmovió la casa.......
AQUÍ COMIENZA EL EJERCICIO DE “TERMINEMOS EL CUENTO

Me detuve a escuchar los latidos de mi corazón, saboreé el pavor en mi sangre. Pensé en ti, Platero, sentí vergüenza al acordarme de todas las veces que me agarraba de tu cuerpecito de algodón cuando el miedo me invadía, cuando no sabía qué me venía. Agudicé los sentidos y percibí el frío de un suspiro en la nuca. Al girarme vi una cara traslúcida e inexpresiva, que me miraba con ojos fantasmales.

 ¿Anilla?
— No.
La melodía de la voz de aquel espíritu me desprendió todo miedo, el tiempo se había detenido, de repente no parecía haber nadie más en casa. Su boca se mantenía entreabierta como un beso muerto, sus manos eran pálidas, su mirada, penetrante: ninguna semejanza con Anilla. Se diría que dudó por un momento antes de decirme con infantil inocencia:
— Juega conmigo.
La tormenta había creado un ambiente lúgubre y sepulcral. En la casa ya se escuchaban los ruidos de los que lo revisaban todo, pero la pequeña permanecía imperturbable. A través de la puerta del comedor, que se entreabría, pude observar la blanca y luminosa figura de Anilla disfrazada caminando lentamente buscando a quien asustar. Decidí compartir mi tiempo con el pequeño espíritu y encontramos las ropas de Anilla escondidas en un bolsito. La pequeña, que emanaba un luminoso azul, tomó un vestidito entre sus vaporosas manos y comenzó a danzar con él. En uno de los livianos giros, se posaron en mí esos dos espejos de azabache iguales a tus ojos, Platero. Un pequeño cosquilleo me recorrió hasta la punta de las orejas al ver que en aquel rostro desvalido se dibujaba una sonrisita. Me sentí levemente feliz y a la vez me invadía una inmensa lástima.
Si pudiera ayudarte…
Ella interrumpió la danza, me miró y acercó tanto su rostro que sentí el frío en la punta de mi nariz.
Me han robado mi paz.
Oí su historia: no sólo le habían robado su paz, la habían saqueado. Le robaron su vida y su aliento, desecharon su cuerpo, atrofiaron su alma. Pensé en Anilla y en lo ingenua que era al disfrazarse, cuando ante mí yo tenía a una fantasma que jugaba a ser niña. Cuando le pregunté por qué había venido, me dijo que estaba soñando y que cuando ella soñaba no veía colores, ni playas, ni dulces, sino que buscaba soñadores despiertos como yo, que la ayudaran a realizar todos los juegos que a ella le quedaron por hacer.
 ¿A qué quieres jugar?
A que te casas conmigo.
Dudé profundamente en seguir, pero ella persistía en mirarme con ese rostro inocente cargado de ilusión y pensé que tal vez lo único que podía hacer por ella era seguirle la corriente. Deslizó el vestido por su cabeza, tomó unas flores de un jarroncito y las sacudió un poco. Yo até dos cuerditas a modo de anillo y las terminé en un llamativo lazo, la tomé de la mano y la dirigí hacia el exterior de la casa. Cuando me preguntó quien se encargaría de casarnos murmuré: “Platero”. Y así fue, ¿recuerdas? Mientras me buscaban en la casa suponiendo que estaría escondido debajo de la escalera, el pequeño espíritu y yo jugamos a intercambiar anillos de cuerda ante ti, testigo y compañero. Me llené de satisfacción al ver aquella sonrisa. Noté cuán en serio se lo había tomado cuando se inclinó para darme un gélido beso. Entonces empezó a desvanecerse entre vapores y el vestidito de Anilla. Yo me marché, completamente sonrojado y con una cuerdita en mi dedo. Camino a casa, sólo rompían el silencio mis torpes pasos en los charcos que había dejado la tormenta.

Hoy, le cambiaría un par de cosas, por aquel entonces también. Tenías que escribir dentro de las pautas que te indicaban y no podías superar cierta cantidad de texto, cosa que siempre me frustra en estos concursos. También participé en uno sobre la Biodiversidad en España, y las amenazas a las que se ve enfrentada. Acabé haciendo "Moda felina", iban a  publicarnos pero al final el aspecto económico superó a todo lo demás.
Moda felina
               
¿Te gusta?
Es preciosa, ¿verdad?
Te sienta muy bien, las rayas son lo tuyo.

¡No des tantas vueltas!
Así no puedo verte en el espejo.
Quiero ver tu cara.
Altiva, exquisita.
Sofisticada.

Tú disfruta,
debes sentirte muy triste en tu propia piel.
Debe ser terrible...ser... tú.